Siempre encuentro una excusa y, desde hace más de 12 años viajo, al menos 3 veces por año, a Colonia Carlos Pellegrini. Cualquier simple mortal podría decir que con un par de viajes es suficiente, pero para los amantes de la fotografía de naturaleza, y en especial para quienes disfrutamos de la fotografía de fauna, no existe en Argentina otro lugar que nos ofrezca tal variedad de especies como éste. Bien ganado tiene el título de Capital Nacional de Biodiversidad.
Si bien, desde hace un tiempo, los medios no dejan de hablar del reciente creado Parque Nacional Iberá, mi corazón y lente están enfocados en el Parque Provincial Iberá, zona que es un ejemplo de transformación ligada al ecoturismo; donde la experiencia adquirida a lo largo de tantos años, alentó a abrir otros portales que se manejen de la misma manera dentro del Parque Nacional.
Pero para disfrutar y valorar este territorio, bien vale conocer un poco de su historia...

UNIENDO LAS DOS ORILLAS
En el año 1912, en el paraje conocido como El Cerrito, al margen de la laguna Iberá y donde hoy se encuentra el Centro de Interpretación -puerta de entrada principal al Parque Provincial-; se construyó un muelle abriendo una picada en medio de un tupido monte,
La primera balsa fue construida sobre tambores y propulsada a remo; la que era utilizada principalmente para el cruce de personas, caballos y carretas.
En 1914, la balsa fue reemplazada por una embarcación a vapor de origen holandés. Ésta fue desarmada y transportada en tren desde Buenos Aires hasta Mercedes y, en su tramo final, sus piezas fueron llevadas en carretas tiradas por bueyes, tardando 33 días en realizar el trayecto de 115 km que separa Mercedes de Pellegrini.
Más de 40 años después, los efectivos del ejército comenzaron la construcción de un pedraplén para unir las dos orillas donde, en medio, se puede ver aun hoy el famoso puente Bailey, el que se transformó en la postal típica de Pellegrini.
Finalizada la construcción del pedraplén (1970), la balsa a vapor quedó en desuso y, con el paso de los años, terminó semisumergida en el antiguo muelle donde hoy se encuentra el mirador del Camping Municipal. Fue retirada de la laguna en el año 2007, y parte de sus piezas pueden ser vistas hoy a unos pocos metros de la Municipalidad (casi en frente a la plaza).
POR QUÉ DEL NOMBRE IBERA
Iberá tuvo distintas denominaciones desde la época de la conquista española. Los indios Caingang la llamaban “Apupen”; mientras que en la cartografía de los siglos XVII y XVIII figura como “Lago o pantano de los Caracarás”, según antiguos historiadores coloniales.
Los jesuitas, por su parte, la llamaron “Laguna de Santa Ana”. Luego se lo comenzó a llamar “Ipaverá” (lago brillante). Más tarde “Iverá” (agua brillante).
La grafía fue cambiada a principios de siglo XIX, cuando se estudió la toponimia indígena rioplatense y se cambió la letra “v” por la “b”. Algunos estudiosos de la lengua guaraní, dicen que su verdadero nombre debería ser “Oberá” (que brilla - luminoso).

EL PARQUE PROVINCIAL
Fue creado en Abril de 1983, y cubre una superficie de 1.300.000 hectáreas de esteros, lagunas y bañados dentro de una de las cuencas hidrográficas más vastas del mundo: la del Río de la Plata.
En su conjunto, alberga un ecosistema único en Sudamérica –considerado de importancia internacional por la Convención Ramsar- en el que viven cientos de especies de animales y plantas cohabitando en armonía.
Hasta su creación, muchos pobladores (mariscadores) vivían directa o indirectamente de la caza de especies como el Yacaré, el Ciervo de los pantanos, el Lobito de río o el Carpincho. Una vez creado, algunos de esos mariscadores fueron incorporados como guardaparques, convirtiéndose en custodios de este patrimonio natural y cultural.
Su experiencia ayudo, entre otras cosas, a detectar cazadores furtivos y enseñar los muchos secretos que encierra aun hoy la zona, lo que ha sido y sigue siendo de vital importancia para que, las poblaciones de varias especies vulnerables o en peligro de extinción, continúen recuperándose notablemente.
El respeto y cuidado, tanto del cuerpo de guardaparques como de los guías y pobladores de la colonia, han logrado algo único en Argentina, y es que las diferentes especies no sientan miedo ante la presencia humana; esto hace que el Parque Provincial, sea el sitio ideal para lograr los mejores acercamientos para la toma de fotografías.
Los guías suelen decir: “los animales no se molestan, y éstos posan para los turistas”. Sin duda es un pacto que no solo se cumple, sino que es beneficioso para ambas partes.

 
LOS AMBIENTES
Aunque a primera vista pareciera que Iberá no fuera otra cosa que una gran sucesión de espejos de agua, en sus 1.300.000 hectáreas coexisten una amplia variedad de ambientes.
Las zonas altas están compuestas por remanentes de la selva paranaense, con palmares que interactúan con pastizales, los que a su vez son interrumpidos por pequeños bosques. Por su parte, las zonas bajas son las que reciben las aguas provenientes de las lluvias, alimentando los embalsados o islas flotantes.
Los embalsados se forman a partir de viejos camalotes sobre los que se van depositando sedimentos y semillas, enlazando sus raíces y constituyendo de esta manera un colchón de materia orgánica que es colonizada por muchas otras especies.
Aunque diferentes entre sí, estos ambientes están estrechamente ligados y son el albergue de unas 4.000 especies de animales y plantas. Todos en su conjunto forman las pequeñas e indispensables piezas de un rompecabezas fundamental en el mecanismo de la vida del Iberá, enriqueciendo su variedad biológica.
 
ANFIBIOS Y REPTILES
Alberga 35 especies de anfibios y unas 50 especies de reptiles de las cuales los dos más característicos son el Yacaré negro el cual es más fácil de ver, y el Yacaré ñato. A pesar de haber sido históricamente los más perseguidos por la caza comercial, gracias a la creación del Parque Provincial hoy continúan siendo los mayores predadores del humedal y sus poblaciones van en notable aumento, pudiéndose encontrar ejemplares de gran tamaño.
Entre las serpientes más importantes están la Boa Curiyú o Anaconda amarilla y la Ñacaniná o Culebra Acuática, pudiéndose encontrar también una gran variedad de otras culebras y serpientes como la Coral y la Yarará o Víbora de la Cruz.
Si bien existe una buena variedad de estas especies, es muy raro verlas; de todas maneras siempre se recomienda transitar por los senderos y no pisar sobre los pastos altos para así, evitar posibles accidentes.

 
LAS AVES
El mundo alado está compuesto por cerca de 350 especies de coloridas y variadas aves, lo que hace el deleite de ornitólogos y fotógrafos de todo el mundo, quienes encuentran en esta zona un sitio ideal para desplegar todo su arte.
Entre las más simples de ver podemos encontrar el Chajá, la Garza blanca, el Hocó colorado, la Garza mora, el Biguá, la Jacana, el Federal, el Angú, la Lavandera, el Aguilucho pampa, el Aguila negra o el Caracolero. Por su lado, entre las más esquivas (y buscadas) están el Yetapá de collar, el Yetapá grande, Jabirú o el Cardenal amarillo, entre muchas otras que se destacan por su belleza y colorido.
En todos los ambientes se pueden encontrar diferente tipo de aves, pero el camino que comunica Mercedes con Pellegrini, así como las salidas en lancha, son las dos opciones que más oportunidades nos ofrecerán, lo que hará que tengamos muchísimas oportunidades fotográficas.


LOS MAMIFEROS
La diversidad de ambientes forman el hábitat ideal para unas 60 especies de mamíferos, albergando algunas de las especies más carismáticas de la zona como el Carpincho, el Ciervo de los pantanos, Zorro de monte o el mono Carayá.
Como en todos lados, hay especies un poco más complicadas de encontrar y retratar como la Corzuela parda, el Lobito de río, el Aguará popé o el Aguará Guazú. A su vez, la zona de pastizales ofrece uno de los últimos hábitats al Venado de las pampas.



Dicen que Corrientes tiene “payé” (encanto), y sin duda alguna Colonia Carlos Pellegrini lo demuestra a cada paso.
No hace falta más que asistir a la cita impostergable del atardecer al borde de la laguna, en un ritual que nos invita a contagiarnos del ritmo tranquilo de los correntinos, haciendo todo con esa calma típica de quien no tiene apuro y sabe disfrutar de lo que lo rodea.
Y es que aquí todo invita a dejarnos atrapar por las aguas brillantes, a detenernos y mirar con nuevos ojos, a disfrutar de sus colores, aromas y sabores, con esa paz que hoy las grandes ciudades nos niegan.
Ir a Iberá es perderse entre sus espejos de agua, y hacerlo en compañía de experimentados boteros (guías), nos asegura conocer todos sus secretos ya que no hay quien conozca mejor cada rincón, que quienes han crecido en la zona. Sin duda, para lograr las mejores fotografías, es recomendable contratar boteros entrenados para guiar a fotógrafos y no realizar las saldias tradicionales.
El silencio de sus noches estrelladas, la tranquilidad y amabilidad de sus pobladores, sumado a la lejanía de las ciudades, invita a “bajar varios cambios” disfrutando de las cosas simples y de todo lo que la naturaleza nos brinda en este maravilloso lugar.
No tengo dudas en afirmar que esta es una de las zonas de Argentina más cuidada por sus pobladores, esos que abren las puertas de sus casas y se pierden entre sus aguas brillantes hablándole a todo el que se acerque de sus historias, sus bichos y de los encantos inigualables de este paraíso natural perdido en el medio del corazón de la provincia de Corrientes que, aun con el paso de los años, sigue siendo como solía ser. ¿Cómo no volver una y otra vez?
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